Una cálida corriente nace en el lado izquierdo de tu pecho y con la velocidad del torrente sanguíneo, se impulsa hasta llegar a cada parte de tu cuerpo; como tomar un café caliente al amanecer, despertando con la brisa en el rostro. Esta calidez baña tus ojos y por eso crees querer llorar. Recubre tus pies y sutilmente el frío desaparece. La punta de la nariz, parecida a la de un pequeño can, se siente tan caliente como el sol. Las mejillas se destiñen, pero al perder su color quedan totalmente color carmesí. Un pequeño cosquilleo, se siente justo en el centro de las palmas de la mano, como cuando miras ese drama que tanto te gusta. Te concentras en un punto fijo, o de otra manera pensarías que ves todo girar alrededor. Sólo miras ese punto fijo, que te observa igualmente, detallandote. Justo en ese momento, es lo único que necesitas. Las palabras se atoran en tu garganta, queriendo decir todo eso que sientes. Cualquier mínimo roce del viento te hace caricias que crees sentir hasta en los huesos. En tu mente, suena esa canción de fondo que significa tanto... Es tan mágico que aún no puedes creerlo. Hasta que te despiertas, y alguien te observa, velando tus sueños. Esa primera mirada de cada mañana, te hace recordar ese sentimiento que no sabes explicar.
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Hace 2 años
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